La piel nos protege frente a las posibles agresiones externas. Pero ¿qué mecanismos de protección emplea para defenderse de estos agentes externos? En la segunda parte de esta extensa temática dedicada a la piel vamos a hablar de cómo el sol con moderación, puede ser una fuente de energía positiva durante los meses de verano.
La piel dispone de diferentes mecanismos de protección y uno de los ejemplos más significativos de esta interacción agresión-protección es la interacción del sol con la piel.
Es cierto que especialmente en las últimas décadas, y asociado a la proliferación de casos y determinadas enfermedades relacionadas con la piel, ha surgido todo un movimiento en contra todos aquellos hábitos y personas que abusan considerablemente del sol y de sus nocivos rayos UVA.
Una de las principales razones tiene que ver especialmente con el impacto que suponen los rayos directos ante la desaparición de la capa de ozono.
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El contacto excesivo con el sol tiene factores de riesgo. El espectro de luz UV del sol provoca toxicidad y daño en la piel, siendo así un factor de riesgo oxidativo que daña al tejido, especialmente a los ácidos grasos de la piel, y que por tanto puede llegar a producir importantes trastornos, que incluyen por supuesto al melanoma.
Pero al mismo tiempo se está demostrando que sin el contacto con el sol, perdemos mecanismos básicos para mantener la salud.
La luz del sol más amiga, que enemiga para la piel
La luz del sol, por un lado proporciona energía y posibilita la síntesis de vitamina D, la conocida melanina, serotonina y melatonina, sustancias todas ellas altamente beneficiosas que regulan procesos sistémicos y locales, proporcionando así control al sistema inmunitario y la oxidación.
Por tanto el sol, siendo un factor de riesgo para la agresión cutánea, es al mismo tiempo el estímulo imprescindible para mantener activos los sistemas de protección y reparación de esta.
Cómo aprovechar el sol de forma saludable
Existen mecanismos de conexión con el sol que pueden minimizar de alguna forma los daños que provoca la radiación UV. De alguna forma, y al igual que en la parte 1 de este post, aparece de nuevo en escena la nutrición.
Una correcta alimentación va a ofrecer buenas posibilidades fotoprotectoras.
1. Componentes vegetales
Algunos componentes de las plantas como los polifenoles, monoterpenos, flavonoides o los indoles, que ofrecen protección anticarcinogénica.
Su tiempo de acción es corto, por lo que requiere de un consumo frecuente de las fuentes naturales.
2. Grasas omega 3
Otro gran efecto protector que se ha podido comprobar es a través de las grasas Omega 3, presentes en pescados y productos de origen marino, que mejoran la regulación inflamatoria.
En cambio, el ácido linoleico, una grasa omega 6 que se extrae de plantas y está muy presente en aceites como el de girasol actúa en sentido contrario, potenciando el efecto inflamatorio y oxidativo.
Fuente:
Dunaway S, Odin R, Zhou L, Ji L, Zhang Y and Kadekaro AL (2018) Natural Antioxidants: Multiple Mechanisms to Protect Skin From Solar Radiation. Front. Pharmacol. 9:392.
Bocheva, G., Slominski, R. M., & Slominski, A. T. (2019). Neuroendocrine aspects of skin aging. International journal of molecular sciences, 20(11), 2798.