Frustración, sensación de tristeza, apatía persistente prolongada en el tiempo, o incluso incapacidad para poder disfrutar de cualquier cosa o momento. Todos estos síntomas engloban la depresión; un trastorno desconocido y difícil de entender por unos, pero mucho más interiorizado y complejo de explicar por otro amplio grupo de la población mundial que la padece.
Sus principales causas pueden ser desde múltiples situaciones de estrés (pérdida de trabajo, una ruptura, cambios radicales en la vida, los confinamientos obligados, vivencias complicadas durante la infancia, la pérdida de un ser querido) hasta la inseguridad y falta de confianza prolongada.
Todo un cóctel molotov de desencadenantes, en el que cada vez más investigaciones evidencian que el sistema inmunológico está íntimamente relacionado con la depresión, siendo además uno de los principales responsables de esta enfermedad. Si nuestro cuerpo está inflamado, al cerebro le afecta.
En el siguiente post vamos a tratar de delimitar qué es la depresión y cómo se produce la conexión entre estos dos elementos.
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La depresión, más allá del sentimiento de tristeza
Debemos asumir que al igual que existen los momentos de alegría y euforia, también podemos estar tristes de forma puntual ante determinadas situaciones.
Sin duda la tristeza es un sentimiento que forma parte del estado anímico del ser humano, pero la depresión va un paso más allá, porque esa sensación de absoluta apatía y tristeza continua tiene un diagnóstico médico y está diagnosticada como enfermedad que no ha dejado de investigarse, ya que su origen es muy diverso y complicado de averiguar.
Si localizamos el por qué de cada caso ya estaremos avanzando mucho, y es que al igual que el resto de la sociedad, los profesionales de la salud debemos estar totalmente implicados para mejorar la vida de quienes la padecen.
Posicionada dentro del ranking en los primeros puestos como una de las enfermedades más frecuentes, la psiconeuroinmunología clínica también le presta especial atención.
La depresión, la gran epidemia del S. XXI
La depresión se encuentra dentro del ranking de los primeros puestos como una de las enfermedades más frecuentes, especialmente de las sociedades modernas.
La OMS publica en su último informe que el 3,8% aproximadamente de la población experimenta depresión, incluido el 5% adultos (4% de hombres y un 6% de mujeres), y el 5,7% de los adultos, porque aunque puede afectar a cualquiera, se estima que las mujeres son más propensas a sufrirla (es un 50% de casos más frecuente).
La depresión ya es la segunda causa de incapacidad en el mundo; de ahí que se haya tomado partido y un interés elevado y centrado en abordar de forma profunda en su relación directa y en cómo afecta al sistema inmunológico.
El sistema inmune se deprime y a la inversa
Nuestro sistema inmune y la salud mental están íntimamente conectados. Al igual que la depresión provoca otros síntomas físicos, a la inversa, un sistema inmunitario alterado o trastornado también puede desencadenar un estado depresivo.
Por este motivo un amplio número de pacientes a quienes se les diagnostica y padecen depresión no encuentran una causa concreta. A veces el hecho de estar inflamado o la inflamación crónica, es lo que ocasiona estos síntomas.
Se ha detectado que el sistema inmune es capaz de modular los neurotransmisores a nivel central como la respuesta endocrina, que nos permite obtener ciertos síntomas de depresión.
Las citoquinas llegan hasta el cerebro
En diferentes estudios se ha visto cómo algunos cuadros de enfermedades crónicas presentan depresión con la presencia de estas citoquinas.
Las citoquinas son esas pequeñas proteínas que controlan el crecimiento y la actividad de algunas otras células del sistema inmunitario y las células sanguíneas, y son las que vinculan esa conexión entre la depresión y la inflamación.
Hasta hace relativamente poco se pensaba que estas partículas minúsculas no eran capaces de atravesar la corteza cerebral, pero efectivamente se ha descubierto que lo hacen, es decir, que esta parte que protege al cerebro es atravesada por las citoquinas, y que se producen en partes celulares que están en el sistema nervioso central y que consecuentemente favorecen la aparición de cuadros depresivos.
Esta producción puede alterar el sistema neuroendocrino, el eje hipotálamo- hipófiso-adrenal que va a provocar una producción muy alta de los niveles de cortisol (la hormona del estrés) disminuyendo a su vez los niveles de serotonina, que son las que ocasionan la felicidad. En definitiva, una actividad muy proclive a desencadenar en un diagnóstico de estrés.
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Llevo más de 20 años dedicado al campo de la salud y de la formación, especializado en el ámbito de la Psiconeuroinmunología clínica.
He tenido la suerte de formarme y entrar a formar parte del equipo del Dr. Leo Pruimboom, la gran referencia internacional en esta disciplina.
Me apasiona mi labor docente, poner al servicio de cientos de alumnos de todo el mundo todo este bagaje y conocimiento para acompañarles en el proceso de formación en esta maravillosa disciplina.
Igualmente disfruto y aprendo de mis pacientes en mi labor clínica diaria.