La inflamación es un proceso de nuestro sistema inmunitario que se activa como señal de alarma con la finalidad de parar cualquier posible daño. Su misión es recomponer y eliminar de forma fulminante algún elemento residual y adverso que pueda haber quedado.
Sin embargo y aunque es lo primero que podemos pensar, la inflamación no tiene por qué tener un origen eminentemente traumático. Existe otro tipo, más frecuente, la llamada “silenciosa”, a la que no prestamos tanta atención, pero con la que sí debemos mantenernos muy alerta, ya que se va instalando en nuestro organismo poco a poco a consecuencia de otras causas como los malos hábitos diarios a los que sometemos nuestro cuerpo, de los que más adelante vamos a hablar.
Nos referimos a la llamada inflamación de bajo grado o LGI (low-grade inflammation), que en numerosas ocasiones termina en esas enfermedades crónicas tan numerosas en pacientes y muy típicas de nuestra sociedad actual. Ahora ya te va sonando más ¿verdad? Sigue leyendo …
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La inflamación, una poderosa arma de aviso y defensa
Todos nos hemos caído alguna vez, nos dimos un golpe, se nos ha infectado una herida, o hemos pasado por alguna enfermedad vírica. En estos casos siempre se inflama algún órgano como la garganta, la tripa, o se manifiesta cualquier otra señal en forma de sarpullido, bulto o rojez, que nos pone en alerta y nos indica que algo raro pasa en nuestro cuerpo.
Esta es la inflamación aguda, la que da la cara, que suele durar poco tiempo, y que nos avisa de alguna posible alteración en el sistema inmune. Aunque a simple vista nos asusta, no debemos asociarla a algo catastrófico. Digamos que desde un punto de vista terapéutico, al contrario; el cuerpo genera inflamación con el objetivo de protegerse frente a infecciones, lesiones y enfermedades. Más adelante dedicaremos un post específico a esta parte y a la Resoleómica.
Se trata de un proceso apasionante que convive con nosotros desde tiempos inmemoriales, y que existe prácticamente desde la evolución. La respuesta inflamatoria es clave y necesaria ante la resolución de posibles peligros, donde el cuerpo reacciona y pone en marcha la máquina aumentando la producción de glóbulos blancos, células inmunes y citocinas para combatir cualquier infección o contusión.
Inflamación crónica
En cambio, existe otro tipo de inflamación crónica que permanece durante mucho más tiempo, que deja de ser reparadora, y que a partir de un momento determinado produce un efecto totalmente contrario y poco saludable. Finalmente es una alteración y desencadenante de numerosas enfermedades crónicas.
Aquí es donde surge la inflamación de bajo grado, que menos visible y con un menor impacto, se prolonga en el tiempo. Tiende a alojarse en el cuerpo lentamente, y puede afectar a los tejidos, a diferentes órganos y al sistema en general.
Este tipo de inflamación puede manifestarse a cualquier edad, pero es mucho más frecuente y evidente a partir de los 40 o 50 años, aumentando considerablemente en la tercera edad, con evidentes signos como las enfermedades cardiovasculares, los dolores crónicos, el aumento de peso, el colesterol y un largo etc. de patologías crónicas que perviven en el día a día de numerosos pacientes.
Esto nos dice que aunque vivimos mucho más, al mismo tiempo estamos aprendiendo y debemos convivir con cada vez más enfermedades persistentes.
Una sociedad inflamada ¿A qué se debe?
No cabe duda que la inflamación crónica de la que tanto se habla y que se trata desde la psiconeuroinmunología clínica, tiene una relación directa con la exposición continua a factores íntimamente relacionados con nuestro modo de vida.
Aquí intervienen algunos condicionantes poco saludables que a todos nos suenan, es decir, el estrés, la mala alimentación, el sedentarismo, incluso aunque aquí no tienen cabida, nos atrevemos a mencionar esas circunstancias que se están convirtiendo en la mayoría de nosotros en una serie de roles de vida, como el capitalismo, el consumismo desmesurado, la comodidad extrema … , cuya ansiedad por lograrlos desencadenan en un estrés continuo.
Esta exposición prolongada tiene una respuesta inflamatoria del cuerpo que se mantiene a lo largo del tiempo, que actúa de forma silenciosa, y que suele contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas.
De este modo ¿Cómo podemos trabajar la inflamación?
Si bien es cierto que la inflamación de bajo grado suele dar la cara a edades más avanzadas, no es tan complicado, y con un poco de esfuerzo y actitud de cambio, es algo que se puede trabajar y controlar.
Con algunas pautas, entre las que incluimos comer sano y la actividad física, está demostrado que disminuye.
- Una alimentación sana a base de productos frescos como las verduras y frutas, las proteínas y a base de grasas saludables, polifenoles y alimentos fermentados nos ayudará a frenar los procesos inflamatorios crónicos.
- Beber agua y realizar ejercicio físico moderado o intenso de forma habitual.
Asegurar el buen funcionamiento del aparato digestivo con ayunos intermitentes de 12 horas y comiendo por hambre y no aburrimiento. Además es importante controlar la salud intestinal y nuestra microbiota. - Tener un descanso de calidad, durmiendo las horas recomendadas y respetando los ritmos circadianos.
- Tomar suplementos naturales que puedan ayudar a reducir la inflamación. Hablamos de magnesio, quercetina, Vitamina D, etc.
Llevo más de 20 años trabajando como fisioterapeuta, pero mi ámbito profesional y mi forma de vida dio un giro de 180 grados cuando me convertí en lo que soy actualmente: especialista en Psiconeuroinmunología clínica. Disciplina que me ha brindado la oportunidad de crecer exponencialmente y que llegó a mí de la mano del Dr. Leo Pruimboom, fundador y referente mundial por excelencia de esta disciplina médica. Una nueva vía de intervención que descubrí cuando aún estaba cursando mis estudios universitarios en Fisioterapia, que cambió mi perspectiva y por su puesto la manera de trabajar con los pacientes.
Labor clínica, con la que no dejo de aprender constantemente y disfrutar cada día. Además, al mismo tiempo me permite desarrollar mi segunda actividad y pasión, la de coordinar el Máster en PNIc. Me encanta mantener un nexo de unión continuo con los grandes referentes y docentes, y comprobar cómo los alumnos van adquiriendo una nueva dimensión de conocimiento y formación.
Todo ello no sería posible sin el motor de mi vida, mi pequeña gran familia, (Gonzalo y mis cuatro hijos) y esos momentos de desconexión. Descargo adrenalina jugando al baloncesto, bailando flamenco y no cambio por nada del mundo disfrutar de un buen vino con mis amigos.