Hace unas semanas explicamos lo importante que son los efectos del ejercicio físico para mantener la función inmunológica y cerebral a pleno rendimiento. Una práctica que determinados estudios de investigación avalan. “Actividad física y su relación con el sistema inmune” (Physical activity and its relationship with the inmune system) se basa en una selección de los 53 artículos más relevantes entre los años 1985 y 2020, y describe qué ocurre sobre el sistema inmune innato y adaptativo con el movimiento aeróbico.
Si en la primera parte de este post nos centramos en los aspectos positivos de la actividad física, así cómo en los distintos tipos de ejercicio más beneficiosos para el sistema inmune y cerebral, en esta segunda entrega queremos explicar cuáles son estas influencias sobre la salud, diferenciando entre sistema inmune innato, y las que ocurren cuándo suceden sobre la inmunidad adaptativa.
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Sistema inmune innato y adaptativo
El sistema inmune nos protege a lo largo de nuestro ciclo vital y requiere de la participación y de la actividad de un gran número de células y moléculas que están en nuestro interior.
Todos estos minúsculos elementos que nos cuesta imaginar, están perfectamente coordinados para trabajar frente a posibles ataques de patógenos y amenazas externas. Por ello es importante diferenciar el sistema inmune innato de la inmunidad adaptativa.
El primero está formado por una infinidad de barreras de carácter físico como la piel, las barreras químicas (lágrimas o el sudor), biológicas (nuestra microbiota) y células macrófagos, neutrófilos, basófilos, eosinóilos, mastocitos, dendríticas, células T (asesinas naturales NKT), linfocitos T gamma delta (δγ), linfoides innatas (ILC), y moléculas microbicidas como el óxido nítrico (NO), anión superóxido (O2-), péptidos antimicrobianos (defensinas) y el sistema del complemento.
Como podemos comprobar, un largo listado de elementos, cuya misión es intentar acabar con posibles infecciones o patógenos en un primer contacto con nuestro cuerpo.
Esta inmunidad innata tiene también otra función; la de avisar para poner al cuerpo en un nivel superior de alerta defensiva, que es la adaptativa o adquirida.
Este sistema inmune adaptativo implica a otra serie de elementos como los linfocitos T (T CD4+ y T CD8 +) y B, células que emiten su defensa a agentes infecciosos específicos que han logrado entrar en nuestro cuerpo y que necesitamos eliminar.
Teniendo claras las diferencias entre una y otra inmunidad, vamos a ver qué efectos positivos del ejercicio sobre una y otra según el estudio de investigación que citamos al inicio.
El ejercicio en la inmunidad innata ¿Qué hace?
El ejercicio físico sobre la inmunidad innata,
- Activa la respuesta inmune celular y humoral.
- Regula la inflamación crónica y sus patologías asociadas, al controlar la producción de citocinas proinflamatorias y antiinflamatorias.
- El entrenamiento sobre el sistema inmune innato, también detecta efectos positivos, al dirigirse a la señalización del grupo de receptores tipo toll (TLR). Esta familia “Toll-like receptors” que son activadores clave de la respuesta inmune, junto a otros elementos como la síntesis de citocinas (IL-6 e IL-10), TLR4 y cinasa 3, asociada al receptor de interleucina-1 (IRAK3) en los neutrófilos, experimentan una regulación positiva en una prueba que se llevó a cabo con una prueba de ciclismo durante 1 hora.
- Se han probado también estos beneficios con la práctica de danza durante 4 meses, una hora al día o dos veces por semana, ya que mejoran la depuración de neutrófilos (leucocitos que intervienen en la respuesta del organismo frente infecciones) en pacientes para reducir la inflamación y mejorar la diabetes tipo 2. Además se demostró la mejora de la respuesta inflamatoria en los neutrófilos con pruebas de buceo de media hora aproximadamente a 50 m. de profundidad.
- Por otro lado, está probado que la actividad física tanto moderada como intensa, provoca una respuesta inmune transitoria que incluye monocitosis. Esta respuesta aumenta el recambio de monocitos antiinflamatorios en circulación y promueve un estado de equilibrio entre los macrófagos M1/M2 en el tejido. Una vez dentro del tejido, los monocitos se diferencian en macrófagos, que se clasifican en dos fenotipos: proinflamatorios o M1 y antinflamatorios o M2. El entrenamiento aeróbico en animales y humanos revela un impacto beneficioso del ejercicio sobre la polarización de los macrófagos en el músculo esquelético y el tejido adiposo. Los macrófagos M2 se conservan en sujetos con actividad moderada y se reducen en individuos de baja actividad.
- Varios experimentos, concretamente uno de los estudios efectuado sobre jugadores de rugby de élite, constatan los amplios beneficios del deporte (junto con una dieta acorde) sobre la microbiota intestinal, asociados concretamente con la ingesta de proteínas y los niveles de creatina cinasa. Además de evidenciar la diversidad de la phyla Firmicutes y su contribución a la homeostasis intestinal.
¿Te está resultando interesante este contenido? No te pierdas una próxima entrega donde explicaremos con detalle los efectos de la actividad física sobre la inmunidad adaptativa.
Llevo más de 20 años dedicado al campo de la salud y de la formación, especializado en el ámbito de la Psiconeuroinmunología clínica.
He tenido la suerte de formarme y entrar a formar parte del equipo del Dr. Leo Pruimboom, la gran referencia internacional en esta disciplina.
Me apasiona mi labor docente, poner al servicio de cientos de alumnos de todo el mundo todo este bagaje y conocimiento para acompañarles en el proceso de formación en esta maravillosa disciplina.
Igualmente disfruto y aprendo de mis pacientes en mi labor clínica diaria.