Comienza noviembre y como cada año vuelve Halloween, la fiesta anual temática dedicada al miedo y al terror. Una celebración que a simple vista no guarda ninguna relación con la PNI. Sin embargo y sorprendentemente, ambos fenómenos tienen más conexión de la que pensamos.
Sobre todo porque el miedo es una sensación inherente al ser humano, y con determinadas patologías físicas también se despierta esta sensación. A partir de aquí nos podemos preguntar, ¿por qué las personas tenemos tanto miedo a los fantasmas y a la oscuridad?
Básicamente porque lo desconocido nos genera estrés, algo que con el dolor también aparece. Con la oscuridad se pierde el sentido de la vista y esta incertidumbre nos genera inseguridad y miedo, y cuando se enciende la luz o descubrimos que los zombies son gente disfrazada, se nos pasa el susto y volvemos a la tranquilidad.
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Pues bien, con el dolor ocurre algo similar. Como no lo podemos ver, sino simplemente percibir y sentir, especialmente a través del dolor empezamos a preocuparnos sobre manera. A partir de aquí el organismo se pone en alerta y surge la inquietud ¿Será grave lo que me ocurre?, ¿por qué padezco tantos dolores?, ¿podré curarme?
El dolor: de la protección al daño a través del miedo y la ansiedad
El dolor es ese mal que padecen muchísimos pacientes que recibimos en consulta, y con el que numerosas personas luchan a diario. Unos lo sentimos más, y otros lo llevan en silencio y se “quejan menos”, porque el umbral de esta manifestación es diferente en cada ser humano. Sin embargo, ¿nos hemos parado a analizar qué es y por qué surge?
El dolor es un fenómeno puramente subjetivo, se define como una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño que puede ser real o potencial.
Pero no nos podemos quedar en este punto, porque el dolor es mucho más. También se trata de una emoción, y esta parte emocional como tal tiene implícitamente asociados dos fenómenos:
- La facilitación de cambios en la conducta.
- La transmisión de un mensaje de naturaleza social.
Origen del dolor
El origen del dolor es muy remoto. Se cree que el dolor es un síntoma que evolutivamente debió aparecer muy tempranamente, y que se asentó sobre una matriz neuronal compleja responsable de actuar a modo de sistema de alarma: para facilitar el desarrollo de comportamientos de evasión que ayudan a la reparación y la cura, y al mismo tiempo transmitir una señal al entorno a través de una expresión facial y una actitud corporal universalmente reconocible.
Cuando nos duele algo todo el mundo nos lo nota con facilidad. Y ello es porque el dolor muchas veces no es controlable.
Por tanto, persigue al mismo tiempo condicionar tanto nuestro comportamiento como el de los que nos rodean. A pesar de lo que podemos creer, todo esto, en un contexto apropiado asociado a daño real o potencial, paradójicamente actúa en favor de nuestra propia supervivencia.
Ante la percepción de señales que puedan estar conectadas con un daño, lesión o enfermedad, la generación de este síntoma permite trasladar esta percepción a un plano mucho más consciente, y adecuar así nuestra conducta para minimizar el daño o facilitar la recuperación. Una función señalizadora en definitiva, que desde un punto de vista evolutivo ha sido de gran importancia.
¿Te ha resultado interesante toda esta parte? Seguiremos hablando de dolor en nuestro blog, de niveles de dolor, hasta de los más crónicos, algo que abordamos con más detalle en el máster en Psiconeuroinmunología Clínica.
Llevo más de 20 años dedicado al campo de la salud y de la formación, especializado en el ámbito de la Psiconeuroinmunología clínica.
He tenido la suerte de formarme y entrar a formar parte del equipo del Dr. Leo Pruimboom, la gran referencia internacional en esta disciplina.
Me apasiona mi labor docente, poner al servicio de cientos de alumnos de todo el mundo todo este bagaje y conocimiento para acompañarles en el proceso de formación en esta maravillosa disciplina.
Igualmente disfruto y aprendo de mis pacientes en mi labor clínica diaria.