Existen algunas épocas del año, sobre todo durante los meses de invierno, donde nos sentimos especialmente apáticos o con falta de energía. También están esas personas que padecen enfermedades inflamatorias, autoinmunes, sobrepeso y otras patologías crónicas, cuyas circunstancias hacen que tengan la vitamina D bajo mínimos.
En este post hablamos de la vitamina D, un nutriente increíblemente necesario e importante para mantener el sistema inmune y nuestra salud a pleno rendimiento.
Aunque la vitamina D tradicionalmente ha estado muy ligada al papel clave que desempeña en el metabolismo, especialmente el de contribuir a que nuestros huesos y dientes se mantengan sanos y fuertes, ya que induce a la absorción del calcio y el fósforo en nuestro organismo, en los últimos años se han llevado a cabo importantes estudios que evidencian que la vitamina D tiene además una función muy importante sobre órganos como el intestino, el cerebro y otras partes del sistema inmune.
Es una vitamina determinante en la regulación del sistema inmunitario, y por tanto desde la PNI clínica no pasa inadvertida.
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Nuestro cometido para sentirnos bien es dotarnos de esta vitamina, incluso si es necesario, a través de suplementos para que no nos falte.
¿Cómo funciona?
La vitamina D es una vitamina liposoluble que a su vez se representa por dos compuestos, la vitamina D3, que se produce en la piel por acción de los rayos UVB del sol, y la vitamina D2 que se produce en las plantas, hongos y levaduras, también por los rayos del sol, pero a partir de ergosterol.
Muchos especialistas tratan esta vitamina D como una hormona, ya que actúa y cumple su función sobre cada uno de nuestros órganos y el sistema inmune.
No cabe duda que ayuda a absorber el calcio y ello hace que actúe de forma directa sobre los huesos.
Pero además interactúa sobre las células inmunitarias y los tejidos de nuestro cuerpo modulando su función.
Desempeña una función clave en el sistema nervioso, muscular e inmunitario, y actualmente se están llevando nuevas líneas de investigación en casos de hipertensión, cáncer o en la esclerosis múltiple.
Una deficiencia de vitamina D puede alterar la respuesta inmunitaria.
También se ha demostrado que la vitamina D puede influir en nuestro estado de ánimo y bienestar emocional por su estrecha relación entre nuestra salud física y mental.
Carencia de vitamina D en la población
Los datos de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) lo constatan.
A pesar de que España es uno de los países con más horas de sol, paradójicamente presenta unos niveles muy bajos de vitamina D en sangre.
Un 40% de la población menor de 65 años y más del 80% de los mayores de 65 tienen baja concentración de vitamina D. Por debajo de los 20 ng/ml que son claro indicador de insuficiencia, y por debajo del 10 ng/ml que ya nos indican deficiencia.
Hay que tener en cuenta que esta vitamina no es una de las que más aporta por ingesta alimentaria.
La mayoría (entre el 80 y el 90%) la genera el propio cuerpo vía exposición solar, y el resto, que es entre el 10 y el 20% procede de la alimentación, ya que existen muy pocos alimentos ricos en esta vitamina.
Aunque aquí hay muchas horas de sol para sintetizar esta vitamina, no dejamos de oír recomendaciones para proteger a las personas mayores, especialmente porque son las más vulnerables a las altas temperaturas, y se supone que los grupos de población de mediana edad y los más pequeños deberían tomar la luz del sol en invierno que es cuando menos perjudica el sol, durante al menos media hora en cara, brazos y piernas algunos días a la semana, algo complicado porque en invierno las horas con luz son escasas.
Los mejores amigos de la vitamina D: el sol y la alimentación
La vitamina D tiene propiedades altamente antiinflamatorias. El sol y algunas pautas de alimentación junto a algún suplemento a base de vitamina D natural son las claves para recuperar unos niveles adecuados de esta vitamina.
- Tomar el sol, lo mejor. La exposición a los rayos del sol es la mejor fuente de vitamina D. Damos por hecho que los meses de primavera te permitirán tomarlo de forma natural y saludable, bien sea paseando o haciendo ejercicio. El verano nos invita a salir y disfrutar del sol junto al agua, pero si preferimos caminar, que sea durante las primeras horas del día, hasta las 11:00.
- Existen pocos alimentos que aporten vitamina D, pero los hay. Está en el salmón y otros pescados azules como el atún o las sardinas, las verduras de hoja verde y las almendras, los huevos, sobre todo en la yema, y en la leche y algunos derivados como yogures y el queso.
- Es conveniente hacer un chequeo periódico, pero si vemos que estamos muy al límite, que sean 2 o 3 veces por año. Unos niveles óptimos están entre 50-100 ng/ml.
Y ahora que ya tienes claro qué recomendaciones son las ideales para mantener unos buenos niveles de vitamina D, puedes ampliar toda esta información en el máster en PNI clínica, donde hablamos de este y otros nutrientes esenciales para el mantenimiento del buen sistema inmune de tus pacientes.