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 Ansiedad por comer: estrés y circuito de recompensa (I).
 Ansiedad por comer: estrés y circuito de recompensa (I)

Ansiedad por comer: estrés y circuito de recompensa (I)

Salud 2 junio 2023

Si preguntamos a nuestros pacientes por qué les resulta complicado resistirse a la galletita con el café, a unas chips o a picar entre horas, la mayoría de ellos va a responder que simplemente les provoca placer y les relaja, y que no pueden evitarlo.

La ansiedad por comer es una de las epidemias del S. XXI, y sin duda no se trata de algo nuevo. El deseo por no parar de ingerir alimentos existe desde el principio de la humanidad, y controlarlo se convierte en todo un desafío para quienes les cuesta resistirse a un bocado a todas horas.

La necesidad y el deseo continuo por comer está íntimamente relacionado con los episodios de estrés y con el llamado circuito de recompensa del que hemos hablado recientemente en algún que otro post. Este sistema es el que se encuentra en nuestro cerebro, refuerza la sensación de bienestar a través de determinadas acciones y conductas placenteras, y que por ello nos produce la necesidad constante de que se repitan, desencadenando así en adicciones.

Y como el resto de adicciones, comer compulsivamente forma parte de esta conexión con el sistema de recompensa.

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Comer compulsivamente, algo primitivo

Desde la existencia de nuestra propia especie, ya había indicios que apuntaban a esta necesidad por comer de forma compulsiva. Durante la evolución, el hombre tenía que ir en busca de alimento y cuando lograba cazar y obtener una pieza sabrosa, aprovechaba y exprimía el momento de devorarla con total placer.

Ansiedad por comer circuito recompensa

El placer es algo ligado a cualquier conducta que favorezca la supervivencia del individuo (comer, beber, defecar, orinar, mantener relaciones sexuales); es una especie de mecanismo evolutivo para fijar aprendizajes que mejoren la supervivencia, y la acción de comer nos ha salvado la vida constantemente, por ello estamos programados para sentir placer al comer.

Este cerebro y actitud primitiva ha ido perdurando en el tiempo y no es algo que haya desaparecido. Al contrario, se sigue manteniendo pero de forma distinta. Ahora contamos con el inconveniente de que vivimos en una sociedad de consumo compulsivo donde la comida y los alimentos apetecibles nos asaltan por todas partes. En los medios, en internet o por la calle, nuestro cerebro va recibiendo cada día pequeñas señales en las que resulta complicado resistirse a comer.

A esta oferta alimentaria al alcance de cualquiera, además hay que sumar que la gestión emocional se ha convertido en todo un desafío para las sociedades desarrolladas, y que los niveles de estrés son altísimos.

Como el cerebro siempre está en modo “on”, el sistema de recompensa, sobre todo para paliar algunas sensaciones como el estrés o el miedo a situaciones incómodas o a un futuro incierto, sustituye ese malestar con sensaciones placenteras como la comida. Una sensación que produce la llamada dopamina, también llamada hormona de la felicidad.

Alostasis o el punto de equilibrio

En todo este caos mental que se genera en quienes sufren ansiedad por la comida, existe luz al final del túnel. La vida básicamente es estrés y necesita de un equilibrio dinámico que restablezca el medio interno frente a un entorno cambiante. Es lo que se conoce como alostasis, que depende en gran medida de factores como el estrés psicosocial, de la alimentación, la adiposidad y la distribución de esta grasa.

Algunos estudios con modelos animales muestran cómo en situaciones de estrés algunos de estos aumentan la ingesta de alimentos, pero la mayoría sorprendentemente sufre el efecto contrario, es decir, come menos. Sin embargo, cuando a estos ratones se les ofrecen alimentos muy apetecibles pero poco sanos como la manteca de cerdo o el azúcar, su deseo se despierta mucho más.

Aplicado este experimento a los seres humanos, se demuestra también cómo el estrés afecta a su conducta alimentaria. Alrededor de un 30% disminuye la ingesta y pierde peso, pero en cambio, una amplia mayoría come más durante un episodio de estrés.

Entonces, ¿por qué tendemos a ingerir alimentos más apetecibles y calóricos cuando estamos estresados? Esta conexión tan interesante la explicaremos con detalle en la segunda parte de un nuevo post sobre la conexión entre los episodios de estrés y la necesidad de una ingesta compulsiva, especialmente de alimentos extra dulces y salados.

Referencias:

  • Adam, T. C., & Epel, E. S. (2007). Stress, eating and the reward system. Physiology & behavior, 91(4), 449-458.
  • McEwen, B. S., & Stellar, E. (1993). Stress and the individual: Mechanisms leading to disease. Archives of internal medicine, 153(18), 2093-2101.
  • Gluck, M. E. (2006). Stress response and binge eating disorder. Appetite, 46(1), 26-30.
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