No cabe duda que estamos programados para comer ya que los alimentos son la gasolina de nuestro cerebro y del sistema inmune. Sin embargo existen determinadas circunstancias que pueden hacernos sentir en un momento determinado inapetentes o que provocan que se nos cierre el estómago ¿A qué se debe? Básicamente a que algo no funciona en el organismo.
Hablamos con frecuencia de cómo el estrés incita a comer de forma compulsiva e incontrolada, y también del llamado pull cerebral, el mecanismo cerebral que se activa frenando esa demanda de energía extra que necesita el cerebro cuando nos alerta que necesitamos comer. Incluso también explicamos en algún que otro post los desencadenantes de la globesidad como la epidemia del S. XXI y sus posibles soluciones.
En cambio, también está ese gran número de pacientes que por distintos motivos pueden registrar pérdida del apetito.
Bien porque se encuentran en un momento puntual que les quita las ganas de comer (las altas temperaturas del verano tienden a disminuir el apetito), porque pierden interés en la comida (sobre todo a edades avanzadas), o porque alguna dolencia les provoca náuseas cuando llega la hora sentarse a comer.
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Situaciones todas ellas que en general suponen dolencias, posibles complicaciones y tratamientos. Sigue leyendo.
No tengo hambre
Las causas por las que una persona pierde el apetito son numerosas. El cerebro es el encargado de hacer una llamada a la ingesta, pero a veces se anteponen por el camino otros factores que nublan esta acción.
La pérdida de apetito puede ser física o psicológica, temporal o prolongada en el tiempo; y en en este último caso deberemos poner remedio o asistir a consulta, ya que lo más probable es que el origen esté una caquexia, en una enfermedad prolongada o en su fase final que desencadena en situaciones más graves de desnutrición, deterioro, o de debilitamiento físico.
1. Los motivos más frecuentes
Las gripes y resfriados comunes, junto a las gastroenteritis (incluidos los virus estomacales y las intoxicaciones) provocan generalmente pérdida de apetito.
En estos casos los glóbulos blancos liberan citocinas que circulan por la sangre hasta el cerebro, y como consecuencia causan fiebre, cansancio y pérdida de apetito.
Pero afortunadamente se trata de algo pasajero ya que nuestro sistema está luchando por la recuperación. Además la toma de determinados medicamentos como los antibióticos muchas veces durante el tratamiento frenan la ingesta de alimentos. Es uno de los efectos secundarios más frecuentes que registran muchas recetas.
También son causa de disminución de ingesta aquellos casos en los que el sistema sufre un cambio o transformación hormonal importante, por ejemplo durante el embarazo, o la aparición de determinados desequilibrios hormonales.
La ingesta de alcohol y de drogas también quitan el hambre.
2. Algunas patologías crónicas
Las molestias y dolencias del aparato digestivo o del colon irritable frenan la ingesta de alimentos. El sistema inmunitario no funciona correctamente y ello provoca una falta de apetito.
Otras enfermedades de tipo respiratorio como el asma, la diabetes, la enfermedad renal crónica, el hipotiroidismo, hipertiroidismo, EPOC, y algunos tipos de cáncer restan ganas de ingerir alimentos.
3. Estrés y alteraciones psicológicas
El estrés genera ansiedad por comer a muchas personas, pero curiosamente hay un número importante de casos que pierde el apetito ante los problemas y las preocupaciones. Este tipo de cuadros suelen ser temporales, donde las situaciones de estrés liberan adrenalina, al contrario de los episodios prolongados que liberan cortisol como hormona que activa el apetito.
4. La edad
Los pacientes con edades avanzadas ingieren más medicamentos. Suelen tener más afecciones estomacales y alteraciones hormonales que pueden afectar al apetito.
Tips para recuperar el apetito
Aunque existen tratamientos y es importante realizar algún chequeo, algunos consejos pueden ayudar a recuperar las ganas de comer e ingerir alimentos poco a poco.
- Debemos iniciar una dieta y densa en nutrientes, baja en conservantes, colorantes y excipientes en general.
- Es necesario además recuperar un ritmo alimentario adecuado. Si no sentimos tanta hambre, no obligarnos a comer, sino aprovechar los momentos dónde el apetito pueda despertarse, hacer acto de presencia y nos incite a comer. Evitar la ingesta nocturna de alimentos puede ayudarnos a mejorar el apetito en la mañana.
- Los alimentos como los frutos secos, fruta y tubérculos ricos en agua como la zanahoria, también el aguacate, facilitarán la ingesta.
Llevo más de 20 años trabajando como fisioterapeuta, pero mi ámbito profesional y mi forma de vida dio un giro de 180 grados cuando me convertí en lo que soy actualmente: especialista en Psiconeuroinmunología clínica. Disciplina que me ha brindado la oportunidad de crecer exponencialmente y que llegó a mí de la mano del Dr. Leo Pruimboom, fundador y referente mundial por excelencia de esta disciplina médica. Una nueva vía de intervención que descubrí cuando aún estaba cursando mis estudios universitarios en Fisioterapia, que cambió mi perspectiva y por su puesto la manera de trabajar con los pacientes.
Labor clínica, con la que no dejo de aprender constantemente y disfrutar cada día. Además, al mismo tiempo me permite desarrollar mi segunda actividad y pasión, la de coordinar el Máster en PNIc. Me encanta mantener un nexo de unión continuo con los grandes referentes y docentes, y comprobar cómo los alumnos van adquiriendo una nueva dimensión de conocimiento y formación.
Todo ello no sería posible sin el motor de mi vida, mi pequeña gran familia, (Gonzalo y mis cuatro hijos) y esos momentos de desconexión. Descargo adrenalina jugando al baloncesto, bailando flamenco y no cambio por nada del mundo disfrutar de un buen vino con mis amigos.